Juan Carlos Díaz Lorenzo

Las referencias más antiguas que se conocen indican que la iglesia de San Antonio abad, en Fuencaliente, que es parroquia desde el 24 de julio de 1832, fue durante bastante tiempo una humilde ermita anexa a la parroquia de Mazo y su antigüedad se remonta hacia 1522, pues el 16 de enero del citado año, el licenciado Calderón, nombrado por el obispo Juan de Salamanca, autorizaba cuentas de su mayordomía. Treinta años después, el 17 de enero de 1552, recibió la visita del obispo de Marruecos, Sancho Trujillo, nombrado visitador de estas islas por el obispo de Canarias fray Francisco de Cerdá, hijo de los condes de Cabra y uno de los asistentes al célebre Concilio de Trento.

Se trata de una construcción de un solo cuerpo y son sus principales dimensiones 22,65 metros de largo y 6,65 metros de ancho. El presbiterio tiene forma rectangular y mide 10 metros de longitud. El techo es de cáñamo encalado, modalidad que se usa en Canarias desde comienzos del siglo XVII, pues con anterioridad –como señala la historiadora María del Carmen Fraga– se prefería el empleo de armaduras mudéjares.

La iglesia de San Antonio, todavía sin encalar, a comienzos del siglo XX

Con el paso de los años, la iglesia ha sido objeto de diversas obras de reformas. En 1603 el mayordomo hizo constar que se habían pagado 350 reales a los albañiles que hicieron los lienzos de las paredes, que hasta entonces eran de tablas, lo que no es extraño, puesto que las primeras edificaciones del Archipiélago fueron cabañas de mampuesto, madera y paja. En esa misma fecha los carpinteros cobraron el importe de su trabajo por cubrir la ermita, que también había sido encalada.

El arco de la puerta se fabricó hacia 1625. Dos años después, en una de las frecuentes incursiones que los vecinos de Fuencaliente sostenían con los moros y piratas que frecuentaban las costas “cogieron uno vivo, después de haber dado muerte á otros, y habiéndolo vendido, aplicaron su valor á aderezar la ermita, lo que verificaron, cubriéndola de tejado, encalándola y retocando también la imagen del Santo Patrono…”.

La cita, que corresponde a Juan Pinto de Guisla, se complementa con una anotación en uno de los libros de cuentas del archivo parroquial de Mazo, que dice que “aún existe en la ciudad una familia oriunda de Fuencaliente que lleva el apellido o apodo Matamoros por haberse distinguido en las peleas con esos bárbaros”.

En 1639, en tiempos del obispo Pedro Dávila y Cárdenas, la ermita estaba en obras de reedificación y en esa misma época se escuchó por primera vez el tañido de la campana, gracias a una donación del maestre de campo Juan de Sotomayor Topete.

Entre 1730 y 1734 se realizaron nuevas obras de reedificación, en las que intervinieron los maestros pedreros Domingo Crespo –autor del arco de la puerta–, José de los Santos Marta, Pedro Alonso, Juan Rodríguez Marta y Luis de Fuentes, respectivamente, así como el carpintero Manuel Gómez, aunque los trabajos se prolongarían hasta 1745.

La iglesia tiene una airosa espadaña, hecha en piedra de cantería, que se terminó de fabricar en 1866, en virtud del testamento de Antonio de Paz Camacho –otorgado el 24 de octubre de 1864–, en el que dejó un donativo de 1.000 pesos “y que si sobraba alguna cosa se invirtiere en la que más necesitase dicha parroquia”. Gracias a la generosidad de otros hijos de Fuencaliente residentes en Cuba, Manuel García y Vicente Hernández Cabrera, donadas por éstos llegaron las nuevas campanas, que fueron instaladas el 18 de agosto de 1867.

La iglesia de San Antonio abad, en una foto de la década de los años veinte

En 1901 la iglesia de San Antonio fue objeto de una nueva ampliación, sin que por ello perdiera su carácter humilde. En dicho año, el presbítero José Antonio Brito constituyó una Junta Patriótica con la finalidad de recabar fondos para ensanchar y restaurar el templo, situado a la vera del camino real que enlazaba la capital insular y los pueblos del valle de Aridane.

La corporación municipal respaldó la iniciativa y en septiembre del citado año adoptó un acuerdo en el que excitaba “el celo del vecindario y su patriotismo para que voluntariamente contribuyan con las prestaciones necesarias para el ensanche de la Iglesia parroquial y plaza pública, que actualmente se lleva a efecto por subvención vecinal”.

Pese a sus limitados recursos, el pueblo fuencalentero respondió a la petición con generosidad y con el apoyo e influencia del secretario de la corporación local, Luciano Hernández Armas, los trabajos dieron comienzo en las semanas siguientes.

Las obras, sin embargo, tuvieron sus altibajos y enfrentaron al cura y el Ayuntamiento. El pleno, reunido el 8 de junio de 1902, informó de la decisión del párroco Tomás Brito, de que “á causa de la carencia de fondos para sufragar los gastos que exige la reedificación de nuestro templo parroquial y saldar los compromisos contraídos con dichas obras, se ha visto en el desagradable paso de tener que suspender dichas obras hasta que varíen las circunstancias que le han impulsado a tomar dicha determinación”.

La corporación no ocultó su desagrado por este hecho y así lo hizo constar: “Que el Sr. Cura, de por sí y sin acuerdo de la Junta Patriótica, haya tomado la indicada determinación que ocasiona un lamentable conflicto que se podía haber solucionado si se hubiere puesto de acuerdo con la Junta, que ha reunido cantidades de consideración, que han de pasar de siete mil pesetas y que se le han entregado a dicho Sr. Cura como tesorero de la misma, y con el fin de evitar cuestiones desagradables, que por lo pronto no se dé ninguna queja del Sr. Obispo acerca de este asunto”.

Solucionado el malentendido, el 10 de febrero de 1904 se celebró la solemne función religiosa de su inauguración, que estuvo presidida por el arcipreste de La Palma, José Puig y Codina, en la que predicó “un elocuente discurso” el cura párroco de la villa de Breña Alta, Elías Pérez Hernández.

La crónica del periódico “La Solución” agrega que “la concurrencia fue numerosísima”. El ayuntamiento pleno, presidido por el alcalde Antonio de Paz Armas, había acordado en sesión plenaria anterior “concurrir en corporación” a la bendición del templo parroquial. La cubierta se recubrió en su interior con un falso techo decorado con varias pinturas de Ubaldo Bordanova, que corresponden a los evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan, así como una alegoría a San Antonio Abad.

Fotos: Archivo Juan Carlos Díaz Lorenzo